Hace tiempo que intento escribir sobre conciencia plena, sobre recursos, cuidado personal y sobre muchas otras cosas, pero una y otra vez, el mismo pensamiento vuelve a mí y me lo impide.
«¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya?»
«¿Cómo puedo escribir un artículo interesante sin sonar reiterativa?»
Sin dudas, estamos viviendo un momento de la historia único y sin precedentes, en el que el mundo entero se ha detenido.
Nadie camina por el Central Park.
No hay tránsito en Roma.
Nadie hace compras en París.
No hay fútbol en Buenos Aires.
No hay tenis en Inglaterra.
Solo quietud.
¿Cuántas veces hemos deseado un momento de quietud, de espacio personal, un poco de tiempo para estar en casa, sin prisa…?
Ahora lo tenemos, y tenemos mucho.
Esta es la primera y única vez que el mundo entero comparte la misma frase: QUÉDATE EN CASA. Cada idioma en el mundo tiene su propia versión, pero todas significan lo mismo: «Cuídate». No existe ningún lema político, ni grupo social, ni religión que no respalde estas dos palabras.
Finalmente, el mundo entero se ha unido.
Lloramos y rezamos por personas que no conocemos, sin importar su color de piel o su nacionalidad.
Compartimos una profunda compasión por la humanidad; algo que, tan solo algunas semanas atrás, habría sido inconcebible, y eso nos renueva.
Finalmente estamos haciendo algo por nosotros y por los demás, con el mismo respeto y la misma pasión, nos preocupamos.
Uno de los aspectos básicos de la conciencia plena y de estar presentes es respirar, seguir el ritmo de la respiración. Uno de los peligros máximos de este virus es que convierte ese simple acto involuntario en algo difícil, en algunos casos imposible. Una de las recomendaciones para la salud mental es conectarse, relacionarse, especialmente en las personas mayores. El virus nos pide que nos aislemos, especialmente de las personas mayores. Este virus nos ha puesto de rodillas, a veces literalmente de rodillas.
Cuando todo parece haberse detenido, podemos decidir si detenernos significa que este es el fin, o si es aquí donde nos damos cuenta de la abundancia que tantas veces subestimamos, y comenzamos de nuevo. Al detenernos, podemos encender otros valores: solidaridad, generosidad, moderación y paciencia. Recibamos este tiempo en soledad y trabajemos en una versión agradecida, más saludable y plenamente consciente de nosotros mismos.
Tenemos la oportunidad única de cambiar el mundo, de a uno por vez.
Que estén bien.